martes, 13 de noviembre de 2007

UN SABIO ASTURIANO AGUSTIN DE PEDRAYES por Julio Martínez Hombre




El Centro Asturiano de Buenos Aires inaugura su palacio social, e invitado a colaborar en el número extraordinario de la revista ASTURIAS, que se edita con ese motivo, no pudiendo ofrecer un artículo en que al raciocinio del fondo se una la galanura de la forma literaria patrimonio de otras plumas, presento a la consideración de mis paisanos, para que se sientan orgullosos de haber nacido en Asturias, la vida equilibrada y serena, absorta en el puro pensar, del matemático Agustín de Pedrayes.

Numerosos son los asturianos que conocen –y eso les honra- las grandes figuras del polígrafo Jovellanos, del economista precursor de Henry George, Álvaro Flórez de Estrada, de los estadistas Campomanes y Toreno, etc. que colocan muy alto el nombre de su país natal y el de España entera por su cultura, honradez y civismo; muy pocos son, por el contraria, los que han oído hablar de la modesta personalidad de Agustín de Pedrayes, modesta por el olvido que ha envuelta su memoria -ningún diccionario enciclopédico le cita- pero grande, muy grande, por la originalidad de su talen­to y por la deuda que con él tiene contraída la humanidad entera siendo uno de aquellos sabios que colaboraron en medio de las convulsiones del Terror, en plena Revolución Francesa, cuando parecía que todo trabajo científico debía quedar anegado en olas de sangra condenando a muerte al químico Lavoisier, al astrónomo Bailly, al matemá­tico Condorcet y a tantos otros; en medio de todos estos horrores, repito, por orden misma de la Convención, esos hombre, después de meditadas deliberaciones, crearon el sistema métrico decimal, obligatorio después en casi todos los países, admi­tido en todos los demás, y que tanto habla de tras­cender en el progreso de las ciencias y en las rela­ciones de los pueblos. Su importancia es creciente, porque la herramienta del científico es, y cada día lo será más, el cálculo matemático.

Don Agustín Bernardo de Pedrayes y Foyo nació en Lastres (Colunga) el día 28 de agosto de 1744, y falleció en Madrid el 26 de febrero de 1815- Estudió las primeras letras en Lastres bajo la dirección de su padre y las Humanidades en la villa de Colunga. El 18 de mayo de 1758 salió para Santiago de Galicia, en cuya universidad cursó Filosofía, Teología y Leyes. Entonces fué cuando cultivó con decidido entusiasmo el campo de las ciencias matemáticas, sobresa­liendo de tal modo en este orden de conocimientos, que en 1769 se le nombró Maestro de Matemáticas de la Real Casa de Caballeros pajes de su Majestad, cargo que desempeñó hasta la fusión de aquella casa con el Seminario de Nobles en 1786, continuando Pedrayes sus explicaciones el año 1791. Se ignoraba si Pedrayes había escrito alguna obra durante su largo magisterio; pero en la sección de Manuscristos de la Biblioteca Nacional de Madrid he encontrado un libro de 280 páginas en folio, que trata de un Nuevo y universal método de quadraturas determinadas, que lleva la fecha de 1777 y en que desarrolla y demuestra que las cudraturas de algunas curvas hasta entonces expresadas por series de infinitos términos, pueden, en algunos casos, tener una integral completa. Este trabajo contiene el germen de un interesante problema, que hablaremos por extenso más adelante.

El trabajo intenso y la dura labor de Pedrayes en estos años hizo que se resintiera su salud, y se le permitiera sin formal jubilación y cobrando su sueldo, retirarse a su pueblo natal, donde es­tuvo cinco años, al cabo de los cuales se restableció y pudo regresar a Madrid, continuando sus estudios no interrumpidos por el descanso.

Pedrayes tenía por entonces un trabajo resolución de ecuaciones de análisis infinitesimal.

Para la resolución de ecuaciones da un método general, que aplica hasta el cuarto grado inclusive, “sin que en ello tenga la menor duda”. Estas son sus palabras. Respecto a las de grado superior al cuarto, no puede asegurar su resolución. Más tarde el matemático noruego Abel, el Newton del Norte, demostró no se podían resolver algebraicamente.

En análisis infinitesimal (matemáticas sublimes, como se decía entonces) planteó y resolvió un célebre problema que recorrió Europa por época (1797). Señaláronse en nombre de S. M. Católica tres premios de cinco mil reales cada uno, para el que en el término de un año resolviese el problema en Francia, Alemania y España, habiéndole ofrecido el Instituto Nacional de Francia a juzgar las memorias que se le remitiese (Moniteur número 345). En estos tres países no se presentó más que una solución que recibió el Secretario Perpetuo de la Real Academia de Berlín, la que examinada por el ilustre Delambre del Instituto de Francia, manifestó que de ningún modo satisfacía la cuestión propuesta. Solamente el examen de la solución de Pedrayes no ofreció reparo alguno ni dificultad sobre ella. Para este examen fue invitado nuestro compatriota a tomar parte en la sesión del Instituto Nacional, Academia de Ciencias del 6 Brumario del año VII de la República.

El lector versado en cuestiones de cálculo infinitesimal y que tenga gusto en ello, puede ver el enunciado y la resolución de este difícil problema en un opúsculo de 71 páginas titulado Solución del problema propuesto el año 1797, que se publicó en Madrid en 1805.


Por invitación del gobierno francés (1798) fue nombrado, juntamente con Gabriel de Ciscar, representante de España para que concurriera con los sabios designados por Francia a fijar el fundamento de un nuevo sistema de pesas y medidas que, por su sencillez, claridad y precisión, pudiera substituir ventajosamente a los usados en todas las naciones. A propuesta de Pedrayes se adoptó el círculo repetidor de Borda para la medición del arco de meridiano que va de Dunquerque a Barcelona y que había de serivir de base para la división del cuadrante de la circunferencia terrestre en diez millones de partes una de éstas sería el metro, que en griego quiere decir medida por excelencia.

Durante los dos que en París estuvo ocupado en tan noble tarea, pudo dedicar algún tiempo para la publicación de un Tratado de Matemáticas que le atribuye Menéndez y Pelayo en su Ciencia Española y del que no hemos podido encontrar ningún ejemplar en las bibliotecas de España, Francia, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos. Si algún lector tuviera conocimiento de esta obra publicada en París en 1799, le agradecería infinito los datos que facilitara. También ideó un comparado, de cuya realización encargó a Lenoir –el hábil constructor de aparatos de precisión- que reunía señaladas ventajas sobre el empleado en París por la Comisión de Pesas y Medidas. Este comparador fue presentado al rey de España, que deseaba verlo, según real orden de 21 de enero de 1801. Tanto este aparato como las memorias y papeles que dejó a su fallecimiento para que fueran depositados en la Academia de Segovia, desaparecieron en el incendio de este centro de enseñanza.

Al regreso de Pedrayes a España se le concedieron honores y de Ministro del Tribunal de Contaduría (real orden de 2 de marzo de 1801), atendiendo a sus méritos relevantes y al brillante papel desempeñado durante sus trabajos en París. Geometría insigne y sabio español le llamaban los miembros del Instituto de Francia, con quienes conservó amistad y relaciones epistolares. Es interesante un episodio de esta correspondencia: en una de las cartas que el geómetra Mechain escribía a Pedrayes se lamentaba de las dificultades que encontraba para hacer entrar en España los libros que nuestro estudioso paisano le pedía. Tales trabas eran debidas, sin duda, al temor de que con los libros se pasaran las fronteras las ideas democráticas que entonces fermentaban en Francia. La ciencia en general y la matemática en este caso particular sufrían graves quebrantos; pero se salvaban, al parecer, otros principios.

En resumen, los trabajos de este sabio asturiano le colocan a la cabeza del movimiento científico de su época y al nivel de las primeras figuras de aquel tiempo. Pasó por la tierra meditando en un mundo donde no existe más que la idea pura y abstracta, rodeado de verdades que constituyen el patrimonio más firme e incontrovertible de que pueden gloriarse el ser pensante y sorprendiendo con su razón poderosa claridades que jamás habían percibido los ojos de los hombres.

Después de su muerte su nombre fue desapareciendo entre los que más obligados estaban a conservar su memoria. Unicamente la municipalidad de Oviedo, a instancia del que suscribe y con el apoyo de cultos concejales acordó dar el nombre de Calle del matemático Pedrayes a una de sus vías del ensanche. Pero no basta eso. Asturias debe pensar en algo más que una lápida en la casa que habitó el sabio, y que aún se sostiene, o que el nombre dado a una calle. ¿Por qué no un monumento, un sencillo obelisco que recuerde a los asturianos una vida que imitar, y a los estudiosos un ejemplo a seguir?

Julio MARTINEZ HOMBRE

Infiesto, 25 de marzo de 1929

Julio Martínez Hombre fue Ingeniero agrónomo y astrónomo entre otras cosas.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bonito "resucitar de entre los muertos" a figuras tan olvidadas como Agustin de Pedrayes.Gracias, Jose Enrique. Que tengas muchos exitos en tu carrera y que tu labor por medio de este blog de muchos y buenos frutos. Las fotos de Infiesto y otros lugares tambien me han gustado mucho.Paloma Gonzalez-Tablas

José Enrique Carrero-Blanco Martínez-Hombre dijo...

Es bueno que la gente conozca la Historia y a personajes históricos importantes, que, por el paso del tiempo, han sido olvidados. Y, dentro de mis limitaciones, hago lo que puedo. Y en ese objetivo, he colgado las biografías de Matemático Pedrayes y Julio Martínez Hombre en Wikipedia.

Un placer que visites este modesto blog.